jueves, septiembre 28, 2006

MI PEQUEÑA FELICIDAD


Tengo una felicidad pequeña, como de juguete. Igual que las grandes felicidades, pero con todo más menudito, a escala. Una felicidad pequeña porque no es como para ir pregonándola, este mundo no entiende mucho de felicidades, pero que bonita es. No esta hecha para cubrir ningún hueco pero da mucho gustito. No es buscada, pero si agradecida. Quizás no es la más importante de mis felicidades, pero me hace sonreír, me sorprende, me hace cosquillas.
Mi pequeña felicidad tiene música, el brillo de unos ojos negros y las piernas largas, tan largas que cruza el charco. Mi diminuta felicidad justo empieza a andar pero apunta maneras y promete llegar a ser una gran felicidad. No quiero examinarla sino observarla, y más que observarla, verla andar. Mirar como sonríe, como me mira. Embelesarme con la belleza que nadie parece ver, sólo yo. Entretenerme en recordarla, suspirar esperándola y disfrutarla cuando este conmigo.
Pequeñita, apenas insignificante y maravillosa a la vez, mi felicidad chiquita como gotas de rocío.

Fotografía: Hilary Quinn

jueves, septiembre 21, 2006

¡¡¡HAPPY BIRTHDAY!!!


Hoy cumplo años. ¿Cuántos? Muchos. Miro hacia atrás y recuerdo otro día como el de hoy de hace ya un tiempo. Por aquel entonces tenia yo una amiga que me llamo durante la mañana para felicitarme y para decirme que tenia un regalo para mi un tanto especial, pero que tendría que pasar a recogerlo personalmente por su casa. Conociéndola y conociendo la entonación de sus palabras empecé a imaginarme de que se trataba. Quedamos en que a media tarde pasaría para recogerlo.
Me presente en su casa y avisada por mi voz en el telefonillo me abrió la puerta de su casa completamente desnuda. ¡¡¡Felicidades!!! El regalo era ella, o mejor dicho el disfrute de ella que se me ofrecía para hacerme feliz, aunque sólo fuera un ratito.
La tarde era deliciosa, septiembre, 21. Reímos, gozamos, nos revolcamos una y otra vez sobre su cama. El sexo puede ser delicioso, a la luz del día, por puro placer, como un regalo, sin más añadidos ni mentales ni físicos. La excitación iba creciendo, más y más, hasta estallar. Y estalló. Eyacule y de rodillas detrás de ella me quede inmóvil, mirándomela, agradecido, feliz, extasiado. Entonces, justo en aquel momento de paz, empezamos a oír a lo lejos el estallido de unos fuegos artificiales. Pim, pam, pum. “Vaya -dije yo- tampoco ha sido para tanto”…. “Ja, ja, ja... -se rió ella- no, tonto, es la traca del pregón… ja, ja, ja”. Si, mi pequeña ciudad celebra su fiesta mayor el 23 de septiembre, y por lo visto dos días antes se lee el pregón de las fiestas y al terminar prenden una andanada de fuegos artificiales. Yo no era tan importante como creía, pero fue una simpática casualidad.
¿Hoy tendré algún regalo parecido? No me importaría lo más mínimo.

miércoles, septiembre 20, 2006

VANIDAD


Vanidad: Arrogancia, presunción, envanecimiento

¿Tanto cuesta pedir perdón? Es sencillo “…desde aquí pido disculpas a quien haya podido ofender…” Este señor que teóricamente representa una fe que entre otras cosas promueve la humildad, el perdón y la compasión, no consigue o no quiere pronunciar las palabras mágicas para deshacer este entuerto en el que el solo se ha metido, y de rebote nos ha metido.
Independientemente de si tiene o no razón, de si la intención era una o la otra y si las palabras solo eran una cita o están sacadas de contexto. Yo en el bar de la esquina puedo decir casi lo que quiera, solo debo procurar no ofender a ninguno de los presentes, pero yo no soy nadie ni tengo ningún micro delante, pero si a pesar de eso cometo un error, de sabios es rectificar.
Recuerdo una canción en la que Celia Cruz decía algo así como “…el hombre no es más que un gorila vanidoso...” y me parece que tenia mucha razón. ¿Hasta donde nos llevara esta catarata de vanidad en la que vivimos?

martes, septiembre 19, 2006

EL CALOR


El calor no cesa. Después de una semana de tormentas intempestivas el calor ha vuelto, más suave eso si, pero con la misma proporción de humedad. Siempre he dicho que prefiero el verano al invierno, pero este año he empezado a replanteármelo.
Las tormentas dejaron un reguero de daños colaterales. En la calle de atrás a la mía un rayo se cebo en un edificio y todo el barrio anda medio lisiado. Dos días estuve sin línea de teléfono y todos mis aparatos desconectados del mundo. Hoy me han restablecido la televisión de pago. El reproductor de dvd también murió, pero esta tarde me he puesto a chispa y he querido ahorrarme una pasta cambiándole el fusible. Por 25 céntimos podría volver a disfrutar de sus servicios, pero no. El primer fusible se funde en un segundo. Pruebo un segundo y también. Me vuelvo a vestir y voy a por otro. Esta vez lo compró de mas amperios y ¡¡¡pam!!! Que listo soy, ahora si que me he quedado sin dvd.
El calor me pone de los nervios.

lunes, septiembre 18, 2006

CASUALIDAD DE SANGRE


La vida a menudo nos sorprende con curiosas casualidades o coincidencias. Yo recuerdo especialmente una, que más que casualidad me parece una muestra de sentido del humor por parte de Dios, o como escuche en una película: “Dios existe, ¡¡¡y cuenta chistes!!!”.
En pleno verano del 95 tenia que campear con la presión sexual, por no llamarlo acoso, a la que me sometía una compañera de trabajo. Una cascada de insinuaciones, indirectas y peticiones a saco sin más vueltas. Intentaba resistirme, únicamente porque por aquel entonces no me apetecía tener nada con ella, aunque la presión iba haciendo mella en mi. Que difícil puede resultar negarse a un poco de sexo cuando te lo ponen tan en bandeja.
Fui manejando la situación como buenamente pude hasta una fatal noche en que a base de mojitos y bailar salsa, mi resistencia cayo. Ya en el coche nos morreamos y magreamos con ardor. La temperatura subía y subía y queríamos darle una salida por fin a todo aquello. Solo un pequeño inconveniente por su parte “…tengo la regla”. Joder, pensé durante un segundo y inmediatamente lo tuve claro “...ahora ya no puedo parar, ni por eso”. Los dos teníamos pareja esperándonos en casa y no sabíamos donde “cometer” el pecado. Las feromonas debieron inspirarla y ella dijo “…podemos subir a mi despacho, tengo aquí las llaves…”
No lo dude ni un momento, no era el mejor lugar pero sólo necesitaba cuatro paredes y un punto de apoyo.
Subimos, excitadísimos, por el acaloramiento y por la mala conciencia. Nada más cerrar la puerta la pasión se desato. No encendimos la luz para no llamar la atención, nos bastaba con la penumbra que nos proporcionaba la iluminación del edificio de enfrente. En segundos estábamos desnudos. Primero en el sofá, después sobre la mesa de trabajo, otra vez al sofá y luego sobre la mesa de juntas. De pie, sentados, ella apoyándose y yo penetrándola por detrás, una y otra vez hasta la eyaculación, fuera de ella, eso si.
Tanteando en la media oscuridad fuimos al servicio, a lavarnos. Algunos de mis dedos y sobre todo mi pene estaban pringados de sangre. Sin encender la luz nos lavamos como pudimos y salimos rápidamente de allí. Cuando la excitación desapareció sólo nos quedo la culpabilidad, que crecía.
Y pasaron los años, yo cambie de trabajo y hasta de ciudad. Fui a trabajar a otra ciudad muy cercana.
Un día cualquiera de principio del verano siguiente, vino a mi encuentro el gerente de mi nueva empresa con un encargo. Me entrego unas llaves y me explico que habían llegado a un acuerdo con otra empresa para hacerse cargo de un despacho en mi ciudad de origen, ellos no lo utilizaban desde hacia tiempo, y nosotros aprovecharíamos para poner en marcha una delegación de la nuestra, al menos durante aquel verano. Debía ir con una de mis compañeras a comprobar el estado en que se encontraba y hacer un listado del material que podíamos necesitar para empezar a funcionar.
A medida que nos acercábamos a la dirección, mi vello se iba erizando por segundos y pensaba “No puede ser, no puede ser…”. Pero si puede ser, era exactamente el mismo numero, de la misma calle, el mismo piso y la misma puerta. A pesar de todo, a mi de momento sólo me hacia gracia la casualidad. Trabajaría donde una noche goce.
Abrimos y miramos, todo correcto y vacío. Todo correcto hasta llegar al cuarto de baño. Allí seguían, un año después las toallas manchadas, los grifos pringados y las salpicaduras en el espejo. “…¿Pero esto que es?... ¡¡¡Que cerdos!!!” supongo que mi compañera no pudo evitar el comentario, natural. Yo me retorcía entre la vergüenza y el placer que producen las travesuras. Cómo digo a menudo …el mundo es un pañuelo y a veces esta lleno de mocos.

Fotografía: Allen NG