La semana pasada, leyendo a una buena
amiga, volví sobre la idea de lo importante que era la música en mi vida, y
como ciertos discos habían marcado puntos de inflexión. Hasta el punto, de que
sin ellos, no acierto a pensar que habría sido de mí.
No puedo precisar mi primera experiencia
musical. Entre una neblina de tiempo recuerdo el transistor de mi prima, mayor
que yo, desde donde se hacían oír las primeras temporadas de los 40
principales, sonando Los Bravos o T-Rex. El casete que su novio atesoraba en el
reproductor del coche, con el tema Je
t'aime... moi non plus de Jane Birkin & Serge Gainsbourg. Pantalones de
campana y boîtes con taburetes acolchados.
Un día apareció un tocadiscos por casa y
con él un primer LP de Roberto Carlos, si él de El Gato que esta triste y azul, El
día que me quieras y Detalles.
Primeras piezas del rompecabezas.
El siguiente invierno tuve mi primer
reproductor propio de vinilos. Un compacto reclamo publicitario de Mirinda, con su colección de discos
incluida. La misma tapa contenía el altavoz, y un LP hacia casi desparecer el
aparato, dado su diminuto tamaño. Allí sonaron Los Brincos, Karina, Los
Pekenikes y toda la última ola del pop español de la época.
El paladar iba surgiendo y me quede
prendado con una canción que escuche salir del transistor: 48 Crash de Suzi Quatro. Ronronee, ahorre y reuní el dinero para
comprarme mi primer casete. Si fuera más romántico catalogaría como mi primer
disco mi primer vinilo, para ser realmente purista. Pero entiendo el LP como un
trabajo, la obra de un artista, independientemente del formato. Me era mucho
más practica la cinta, podía escucharla en muchos más sitios.
Me engalane de sonrisa y nerviosismo.
Acudí a la única tienda especializada de mi ciudad y lo compré.
Salí satisfecho a la calle, con aquel, mi
primer tesoro musical. Mi primera elección. Quiero escuchar a Suzi Quatro. Y
allí estaban aquellos tipos oscuros, que me miraban mal. Tipos de pelo largo,
sin afeitar, vestidos de negro y el más gamberro de ellos, bebiendo a morro una
cerveza. Impacto. Ella en el centro, presidía la imagen, como un ángel entre
demonios, o la mismísima reina de la manada. La estética de mi vida también
descubría nuevas imágenes, nuevos caminos, nuevos paladares. La fuerza del
blanco y negro. El hierro y el desgaste. Escuchando I Wanna Be Your Man, Primitive
Love, Glycerine Queen y sobre
todo Can The Can. El rock’n’roll
había llegado a mi vida para quedarse…
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