Jueves
Estuve viendo a Ben Harper en Badalona. Sude todo lo sudable, baile todo lo que mi cuerpo me permitió y cante tanto como puede. Se ha convertido en una sana costumbre acudir a la cita con Ben Harper cada vez que se acerca por aquí. Un autentico placer. El día de fiesta, los preparativos del viaje, la visita obligada al chiringuito de merchandising, la coca cola previa y la espera. La espera que conduce al estallido. El estallido fue suave, reggae, Jah Work, pero poco a poco llego el torrente de soul, los toques blues, las solos de guitarra psicodélicos y las pinceladas de misticismo. A pesar del calor mi cabeza no podía parar apenas de cimbrearse. Dos horas largas de buena vibración, de sonrisas, de aplausos. …Que gustazo!!!
Viernes
Descanso. También día de fiesta, me pedí dos dias en el trabajo para tomármelo con calma. Un día tranquilo. Los viernes vienen con la tradición de la comida con mis buenos amigos Xavi y Figue. Larga sobremesa, risas, cafés y chupitos. Más tarde otro cafetito en la terraza más céntrica de mi ciudad, a ver pasar. Cuando el sol empieza a plantearse el fin de la jornada, nosotros subimos hasta Kennedy’s donde nos tomamos unas pintas y unas cuantas risas más. Cenamos unos bocatas, como una parte más del ritual y después… Hoy rumba!!!
Sabor de Gracia tocaban en un plazoleta del casco antiguo. Ya habíamos quedado con Marià para verlo desde la terraza de su casa, donde había preparado una fiesta-cena, Sabor de Pizza.
A medida que nos acercábamos, las guitarras, las palmas y el cajón me iban seduciendo. Para llegar hasta un sitio lo suficientemente holgado como movernos con cierta comodidad tuve que atravesar una nube de gitanitas adolescentes que se contorneaban bailando al pie del escenario y me pareció por un momento estar en otro mundo.
Sábado
Hoy si, hoy iría a la playa. Por fin estrenaría la temporada playera. Mi piel blanca ha sobrevivido perfectamente al invierno, pero el verano se nos ha echado encima y necesitamos una pincelada de bronce.
La bolsa, la toalla, el protector solar (antes le llamamos crema, simplemente), las gafas de sol, las chanclas y el libro eterno que voy leyendo de verano en verano, de playa en playa. Todo preparado.
Cogí el coche con Xavi y nos dirigimos a la playa dispuestos a disfrutar de una tarde de sol y bikinis. A medida que nos acercábamos a la costa, el cielo se iba oscureciendo paulatinamente. Bien, serian unas nubes rebeldes que pasarían rápido. Cuando llegamos a la arena, eran muchos más los que se iban que los que seguían jugando a las palas o saliendo a nadar.
Tomamos posición, observadora, en el chiringuito. Mientras nos tomábamos un par de champús para tomar contacto con la situación, el cielo empezaba a ser muy oscuro por el sur. Sin darnos cuenta estábamos en medio de una tormenta tremenda. Pagamos en un instante y con el miedo en las manos de que el chiringuito saliera por los aires. Corrimos todo lo que pudimos hacia el coche, entre carcajadas histéricas, pero eso no impidió que llegáramos a ponernos a cubierto completamente empapados. Tardamos un par de minutos en parar de reírnos, de nosotros mismos. ¡Vaya primer día de playa!
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